kindliche Angst - miedo infantil

El miedo infantil y los adultos como apoyo:
¿Cómo puedo fomentar la inteligencia emocional de los niños*las niñas?

 

En los primeros meses y en circunstancias „normales“ los bebés no tienen casi miedo. Esta emoción se desarrolla cuando la relación madre-padre-hijo se abre y entran en juego nuevas personas. Alrededor del octavo mes el bebé suele dar muestras de timidez ante los extraños. El miedo entra en su cuerpo, en su alma y en su mente para ayudarle a discernir entre „lo conocido“ y „lo desconocido“, a lidiar con la atracción y la repulsión.

Este sería su diálogo interior:

Tengo curiosidad pero no me atrevo.
Me atrae pero no sé qué me espera.

 

REPULSIÓN

>Aquí en medio está el miedo<

 

                            ATRACCIÓN

INSEGURIDAD

 

CURIOSIDAD

 

 

Entre estos dos polos se mueve el niño*la niña cuando empieza a descubrirse a sí mismo*a, a los demás, a su entorno…

¿Cómo podemos ayudar a desarrollar la fuerza del miedo en los niños y niñas?
¿Cómo les acompañamos?

Podemos empezar por evitar frases como:

Los niños (hombres) no tienen miedo.
No tienes por qué tener miedo.
No seas miedica.

Con estas sentencias los adultos descartamos las primeras señales de intranquilidad de los niños*niñas y no les dejamos indagar en su emoción.

Por el contrario, podemos darle la bienvenida a la señal de intranquilidad que está sintiendo:

Ah, no quieres ir al médico. ¿Estás nervioso*a porque no sabes exactamente qué va a pasar, qué es lo que te espera? ⇒ Yo te puedo contar lo que va a pasar.

Eso que sientes es miedo. Es normal tener miedo por la noche porque está muy oscuro. La ocuridad asusta ⇒ Podemos dejar encendida la luz.

Yo también tengo miedo cuando tengo que hablar delante de mucha gente ⇒ Para que se me pasen los nervios, respiro lentamente y sonrío.

Veo que no quieres ir solo*a ⇒ No tienes por qué ir solo*a, yo te acompaño.

Así se invita a sentir y a dialogar sobre lo que le da inseguridad. En otras palabras: sentir y nombrar. Integrar la parte derecha y la parte izquierda del cerebro.

Barbara Leitner toca un punto clave en relación con nuestro rol adulto de acompañantes: Los niños*las niñas necesitan muchos retos para desarrollar la fuerza del miedo, como por ejemplo: ir solos*solas a comprar el pan, hacer una pregunta a una persona desconocida, presentarse delante de un grupo…
Los educantes sentimos con estos retos infantiles y juveniles nuestro gran miedo a equivocarnos en la educación y es que:

¿Cuál es la medida justa de miedo?

Demasiado

                                                  Demasiado poco

+ + +

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Excesiva confrontación con lo desconocido

Menos oportunidades para lidiar con lo desconocido y aprender que hay cosas emocionantes y bellas además de los peligros.

Trauma

No hay herramientas para lidiar con situaciones que no se pueden cambiar o aceptar: Falta una fuerza importante para ser independiente.

 

Como siempre, es una cuestión de equilibrio. Pero ¿cómo conseguirlo?

  • -Podemos empezar desarrollando la sensibilidad que nos permite entender nuestros miedos (como personas adultas y como educantes) para poder tener una perspectiva externa y entender dónde está el punto medio de cada niño y niña.

    -Podemos cambiar nuestra visión sobre el miedo para poder dejar de tenerle miedo.

    -Ser pacientes y llevar un ritmo más bien lento.

    -Observar y escuchar sin juzgar y tener la voluntad de ponerse en la piel del infante y querer entender qué necesita.

    -No ridiculizar nunca los miedos infantiles, respetar y tomar siempre en serio cualquier cosa que le preocupe, por muy absurda que nos parezca bajo nuestra mirada adulta.

 

Y podemos utilizar unas cuantas estrategias más para lidiar con el miedo, como:
EL JUEGO INFANTIL
LOS CUENTOS
EL CEREBRO AL COMPLETO: INTEGRAR LA MEMORIA
Pero esto lo explicaré en otro artículo.

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