Hace ya un tiempo que pinto y dibujo con Hans (16 años). El otro día me dijo su madre: “Habéis conectado gracias a la pintura” y es verdad, a él le encanta, a mí me encanta.
Sobre todo, me encanta verle pintar.

Empezamos a principios de año, pasito a pasito. Sin presionarnos ninguno de los dos porque era muy importante conocernos primero.

Empezamos pintando árboles. Hans fue a su habitación y trajo la Enciclopedia de Naturaleza, su libro favorito y fuente de inspiración.
Abrió el libro por la primera página y lo hojeó pacientemente hasta que llegó al capítulo de los árboles. Los miró y luego pintó.
Yo le pregunté que quién vivía en lo alto de los árboles. Un pájaro, dijo. Y lo dibujó también.

Cuando Hans necesita un calentamiento antes de pintar, hojea prácticamente toda la enciclopedia.
Pasamos por el capítulo de los animales, de los minerales, de las plantas, los microorganismos… Así hasta que encuentra lo que quiere pintar.

Y yo espero con todo preparado.

Una de sus primeras obras fue este cocodrilo:

Unos meses más tarde pintó este pingüino:

La representación con modelo -libro- me permite profundizar en las formas y los detalles.
Por ejemplo: Le indico que el pico es diferente a las patas y a las alas. Y que se le ve un ojo… Solo uno, porque está de lado.
Este pingüino es muy diferente al primer pájaro que pintó (ver la primera foto). Ni mejor, ni peor. Aunque uno sea más esquemático y otro más detallado, tienen la misma función: la de expresarse.
A veces nos basta una comunicación más esquemática y otras, necesitamos una más detallada.

El otro día paró en el capítulo de los microorganismos. A mí me da por filosofar con este apartado:
¿No es impresionante que algo tan abstracto como una célula pueda formar algo tan concreto como nuestro cuerpo? ¿Por qué nuestro cuerpo es lo concreto y el microorganismo lo abstracto?
Depende del punto de vista.

Si nos basamos en nuestro estándar, lo que es diferente nos parecerá un cuerpo “extraño”, que es como solemos describir a lo que nos es desconocido.

 

Y así puede pasar una hora. Él se concentra y yo observo cómo le fascinan los colores y las formas.
A veces sonríe, así de medio lado, mientras pinta, como cuando te acuerdas de algo que te ha hecho gracia ¡A saber qué está pensando o sintiendo en estos momentos!

 

Desde junio pinta mucho más. Y en formatos más grandes. Me pide que pegue una hoja junto a otra, hasta cubrir toda la mesa.
El tiempo de “calentamiento”, hojeando el libro, es más corto y la producción cada vez mayor. Hay más acción y menos contemplación.
Ni mejor ni peor… todos son procesos de la inspiración y el “flow”.

A veces me gusta creer que tengo una plan: que tengo la intención de que cada vez se fije más en los detalles: ojos, patas, cuántos pétalos tiene la flor, dónde está el animal, hay cielo en tu dibujo o no…
De repente, sin decirme nada, elige lo que quiere representar y se pone dibujar y a pintar sin ningún apoyo.
Y mi plan se cae de una manera grandiosa.

Después de un mes y medio sin vernos… las ganas que tiene Hans de pintar son inmensas…
Dos horas sin parar y cada vez dibujos más grandes.
Pinta sin mirar el libro, sin traerlo a la mesa.
Pego una hoja tras otra bajo su dirección.
Son muchas hojas y noto como el “derroche” me paraliza y crea una resistencia.
Pero él lo tiene claro: ¡Oye! Pon más hojas… El mar, me dice.
Y pinta el mar.

En este caso yo le preparo los colores y él pinta sin pausa…
Observo el placer que le da mover el pincel sobre el papel de un lado al otro. Bueno, yo interpreto que le gusta, porque sonríe. Y sigo sin saber qué es exactamente lo que le produce esta sonrisa.
La verdad, es que me da igual.
No en el sentido de que no me importa… sino en el de estar cansada de pretender que lo tengo que interpretar y saber todo. Así que apago mi mente analítica por un momento y me río con él.

También ha empezado a pintar tartas:

Cuando le pone la nata a los pasteles aprovecho para invitarle a practicar nuevos trazos y a pintar elementos dentro de otros elementos.
Así practicamos a hacer conjuntos y a situar elementos en el interior de los espacios.

A veces el libro se acaba y no se le ocurre nada, entonces le propongo pintar del natural:

Hace cada vez paisajes más detallados. Ahora pinta prácticamente toda la superficie de la hoja:

 

Como por ejemplo estas montañas con lluvia (izquierda) y unos cactus (derecha).
Con estos ejercicios pretendo ampliar los trazos que usa Hans para representar.
Probamos a pintar y dibujar despacio haciendo ángulos.

Cada vez la producción disminuye un poquito más… pero no el tiempo. Hans se pasa pintando dos horas sin parar.

Hace dos días se paró en el apartado de los fósiles y pintó su primera espiral:

Y su primer esqueleto de dinosaurio. El trabajo más difícil hasta ahora:

Para hacer este dibujo no nos sirven solo círculos rápidos, hay que representar los huesos y trazar muchas líneas que se quedan abiertas y cerrar otras para representar las patas… Nos costó un encuentro con la frustración que Hans “soltó” dibujando 10 retratos uno detrás de otro, casi sin respirar y sin dejar ni que los viera. Como diciendo: Ahora, no te metas.

Cuando terminó con los 10 retratos me dijo: No más. Estoy cansado.
¿Vamos a hacer música?, le pregunté yo.

Y estuvimos otra hora versionando a los Beatles. Porque Hans no solo tiene un gran estilo al dibujar, también tiene un gran gusto musical.
Y sonríe de lado, mientras toca su cojín-batería.