Freude

El cerebro humano tiene una tendencia natural a la negatividad, por eso nos resulta más fácil percibir lo que no funciona que lo que es bonito o consideramos como “correcto”. Las circunstancias conocidas como negativas pueden poner en peligro nuestra supervivencia y como el ser humano quiere vivir, nuestro cerebro se centra en el miedo y deja de lado a la alegría.
Por ejemplo: Imagina que estás buceando. En vez de ver los corales o los peces de colores, tu cerebro permanecerá atento a posibles tiburones, serpientes marinas o pulpos gigantes que pueden salir de detrás de una roca.

Pero la alegría nos hace más atractivos para los demás y crea las hormonas de la felicidad que nos ponen de buen humor, nos relajan, nos motivan y nos ayudan a simplificar la vida.
Enloquece tu cerebro y crea nuevas conexiones basadas en la alegría:

-Empieza a prestar atención a los “momentos” que funcionan en vez de prestarles atención cuando ya no funcionan más.
Cambia el foco de luz a las cosas positivas que te pasan en el momento. A lo bonito, a lo que te hace sentir bien. Regala tu atención a los placeres de la vida. Esas pequeñas y grandes cosas que te ponen una sonrisa.

-Siente agradecimiento porque este estado es una puerta directa para abrir tu corazón y sentir alegría incondicional.

-Crea alegría conscientemente.
Mira dentro de tí misma*o y enfoca la atención en algo que ahora mismo está siendo hermoso. Sólo tiene que ser un momento, puede ser algo pequeño. No es tan importante la causa de la alegría, sino que la sientas.

Elsa Punset en su libro Una mochila para el Universo nos propone lo siguiente:
a. Si estás cansada*o, triste o tienes un mal día: busca alivio.
Una persona que te apoye, una siesta que te regenere, un paseo en la naturaleza.
No hace falta que te sientas bien, basta con que te encuentres un poco mejor.

b. Si te sientes fuerte y sereno*a: refuerza este sentimiento.
Baila, haz una fiesta, celebra la vida, regala abrazos, canta, disfruta, comparte, conviértete en el*la portador*a de alegría y proyecta una sonrisa en los demás…

-Engaña a tu cerebro y sonríe aunque no te apetezca.

Elsa Punset nos recuerda que el cuerpo y la mente trabajan juntos. Si tienes un pensamiento triste se traduce en una postura corporal determinada y también al revés: Si sonríes, tu cerebro cree que estás feliz y empieza a producir hormonas de felicidad.
Prueba este ejercicio: Busca un lápiz, sujétalo horizontalmente con los dientes como si estuvieses sonriendo. Intenta mantener el lápiz 15 segundos para que el cerebro genere dopamina.

-Sé responsable de tu alegría.
Marschall Rosenberg, el teórico de la comunicación no violenta, nos anima siempre a ser los responsables de nuestras emociones, dejando de lado el rol de víctimas, la postura de sacrificio y la dependencia de que otras personas noten lo que hemos hecho.
Nos anima a regocijarnos en nuestro propio hacer y ser haciéndonos esta pregunta: ¿Cómo he sido capaz de satisfacer qué necesidad y cómo me siento al respecto?

-Rompe el muro de las envidias.
Barbara Leitner nos dice en su artículo que tendemos a retener nuestra alegría y a no mostrarla porque pensamos que si somos demasiado felices, entonces los otros tendrán envidia. ¿Qué tal si viéramos la envidia como un sacacorchos de necesidades?:
¡Oh! Siento envidia… significa que me gustaría llegar ahí, tener eso, sentirme así… ¡Ya hemos localizado una necesidad! Ahora podemos hacernos responsables de ella.
Elsa Punset añade que la tendencia a no mostrar nuestra alegría está en gran parte basada en la educación (judeo-cristiana) y ha dejado grabadas en nuestro cerebro frases como:

“Con lo mal que está el mundo, ¿es justo que yo me sienta bien?
Con lo mal que le va a mi amigo, ¿está bien que le cuente lo contenta que estoy yo?
¿Sentirá envidia, creerá que soy superficial y conformista, inocente, aburrida?”

Rompe la espiral. No estamos en esta vida para pasarlo mal
La tendencia a la negatividad no nos hace felices.
Diviértete y contagia el gozo.

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