Los niños y niñas necesitan conocer el miedo.
Igual que la ira y la tristeza, el miedo no es bueno ni malo. Es una emoción que quiere y necesita fluir.
Pero hacer esta afirmación en este artículo me resulta muy difícil porque sé que nadie quiere sentirlo, ni que sus seres queridos lo sientan. Yo también he estado mucho tiempo huyendo de mis miedos.
En general, es una emoción que rechazamos y de la que solemos protegernos.
El miedo no es la tensión en el cuerpo, ni la respiración que se bloquea, ni la parálisis. Esto es lo que desencadena nuestro sistema de defensa. El miedo está detrás de ese mecanismo y es inevitable sentirlo, si dejamos que suceda. Podemos ir más allá de la parálisis y adentrarnos en lo desconocido para vivir la aventura que es la VIDA.
La ira nos permite cambiar lo que no nos gusta.
La tristeza nos ayuda a aceptar lo que no podemos cambiar.
Pero ¿qué pasa cuando no puedo ni aceptar una situación ni tengo las herramientas para cambiarla? Entonces el miedo sale a nuestro encuentro para ayudarnos. Él es el portador de algo nuevo (lo desconocido) que nos permite ir mucho más allá de nuestro „yo“ actual (lo conocido).
Los niños y niñas necesitan el miedo para tener un encuentro con sus límites, para poder abandonar el territorio conocido y adentrarse en lo desconocido y lo nuevo.
Vivian Dittmar describe el miedo como la quintaesencia del entusiasmo y de la aventura. Y nos indica que ya no sabemos darle valor a lo desconocido porque lo hemos etiquetado como peligroso.
LA NOVEDAD
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Peligro |
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Aventura |
Huir o luchar | Felicidad espontánea y duradera | |
MIEDO | ALEGRÍA |
TEMBLAR es la señal de que por fin hemos llegado al miedo y hemos dejado atrás el escudo de defensa (y nuestra zona de confort).
Es la hora de sentir el miedo como una FUERZA que te empodera y empezar la AVENTURA.
Gracias a esta fuerza, estamos atentas*os, curiosas*os, precavidas*os y despiertas*os ante una circunstancia desconocida, viviendo el momento con plenitud.
¿Cómo te sientes cada vez que tienes que coger un nuevo autobús para llegar a una parte de la ciudad que no conoces?
¿Recuerdas tu primer día en el nuevo trabajo?
¿La primera cita con esa persona tan especial?
¿Te acuerdas de cuando aprendiste a ir en bici?
¿Cómo te sentías en ese viaje que hiciste completamente sola*o?
Así es como nos protege el miedo. No nos paraliza. Lo que nos paraliza es el miedo al miedo.
Cuando te sientas paralizada*o y angustiada*o, pregúntate: ¿de qué estoy huyendo? ¿a qué me tengo que enfrentar?
Si tu respuesta es „no lo sé“ lo que estás sintiendo es miedo al miedo.
Si te da una respuesta: un callejón oscuro, una pelea, una tormenta, un animal salvaje… entonces lo que estás sintiendo es miedo.
La fuerza que nos regala el miedo se llama VALENTÍA y nos permite experimentar lo nuevo, dejarnos llevar por lo desconocido, reinvertarnos, crecer y renacer, ir más allá, adquirir más conocimientos y experiencias y por lo tanto, ampliar nuestra zona de confort y ser (más) libres.