Un material muy valorado en la terapia de juego es la arcilla: roca sedimentada que si se moja se convierte en un material muy maleable y que si se seca, se contrae y se endurece.
Para que vuelva a ser manejable, solo hay que volverla a mojar. ¿No es una metáfora preciosa de la energía que se transforma constantemente?
Es uno de los materiales que siempre tengo en mi taller. Y, además, procuro que haya de varios colores. Para poder mezclarlas si hace falta.
Por lo general, la niña*el niño que elige la arcilla por primera vez para expresarse (en un ambiente no dirigido), puede empezar queriendo hacer algo figurativo, como por ejemplo un vaso o un jarrón. Es una de las opciones para “entrar en materia”. La van tocando, la modelan y se enfrentan a las resistencias que ofrece este material.
Esta introducción puede ayudarles a dejarse llevar a un mundo más sensorial, donde el resultado final no importa. Importa el manejo del material: sentir la humedad del barro, hacer fuerza con los dedos, agujerear, traspasar, golpear…
Y en ese momento, cuando están dentro, puede que empiece la expresión de su mundo interno. Y puede ser cualquier cosa: pueden crear un objeto, un humano, un animal, una construcción… para deshacerla, cuidarla, mojarla… darle un nombre o una historia. (Sería inútil explicarte en un pequeño texto la inmensidad de posibilidades).
Este patrón no se repite así sistemáticamente, va variando. Pero suele ser algo que observo generalmente.
Junto a la arcilla tengo herramientas que les encantan también: El alambre para cortar la arcilla, un cuchillo para mantequilla, palillos, rasquetas, una esponja…
Lo que no tengo a la vista es un recipiente con agua. Si la arcilla está húmeda no se va a necesitar.
Sólo si lo piden, les preparo una bandeja de plástico y en ese contenedor pueden manipular y llenarse las manos de barro. La textura que se consigue con la arcilla mojada es tan especial… que suele estar muy relacionada con las heces.
Puede dar la sensación de ser un material “que mancha”. Todo lo contrario: si está húmeda, se limpia con un trapo húmedo. Cuando se seca, se convierte en polvo y se espolsa.
Este material está entre mis preferidos para tratar con la energía agresiva que se transforma en energía violenta. La arcilla se deja golpear, pellizcar, cortar, machacar, lanzar. Una descarga importantísima que tiene lugar en un ambiente de libertad y de protección.
Al terminar el trabajo, como norma general, todo lo “trabajado” vuelve a la arcilla. No se suelen llevar a casa los “resultados”. La arcilla lo vuelve a absorber.
Claro que siempre hay excepciones porque hay veces que es importante llevárselo a casa, enseñárselo a alguien o dejarlo secar…
Te animo apasionadamente a probar la arcilla. Y si tienes cualquier duda, pregúntame.