¿Por qué es inevitable unir el arte y el juego infantil?
En mis sesiones de coach infantil utilizo el juego como herramienta principal.
Cuando añado materiales artísticos, el juego se engrandece y se enriquece.
Antes de explicar cómo, me gustaría introducir un poco de teoría:
Según Jürgen Fritz en su libro Entender el juego. Una introducción a la teoría y al significado, el juego tiene una dimensión conductual por la que la actividad en sí misma se convierte en el centro de la experiencia y no tanto el resultado deseado (pág.17).
Sus características son: la autodeterminación (sentimiento de libertad personal siguiendo los propios impulsos y deseos), la experimentación (el riesgo, la incertidumbre de emprender una acción que no está claro cómo terminará), la imaginación y el ingenio combinados con la espontaneidad y el contraste (tener éxito fuera de las rutinas y esquemas predeterminados: ser diferente y experimentarse como algo nuevo) (pág.24).
Es inevitable unir el arte y el juego infantil porque los dos tienen las mismas características.
¿Cómo lo hago?
Por lo general, mis sesiones tienen lugar en la habitación infantil. Allí espero a ver qué me quieren enseñar, con qué quieren jugar. El primer impulso viene de su parte. En esta fase de “calentamiento” me van mostrando los temas que quieren tratar y de qué humor están. Normalmente me saludan con la frase: “¿Jugamos a lo del otro día?”
Yo juego y observo… y si no me han preguntado: “¿Has traído la plastilina?” espero el momento oportuno para introducirla. Y, así con otros materiales: papel, arcilla, escayola, hilos…
En resumen, integro materiales artísticos con los juguetes o con el juego en sí.
Los juguetes son una gran herramienta que nos permiten disfrutar pasando del juego literal (los ninjas de plástico pelean) al juego simbólico (somos ladrones y robamos las armas de los ninjas de plástico).
Al introducir la plastilina empezamos a materializar una historia que no nos ofrecen los juguetes que tenemos en ese momento.
Por ejemplo: llegan las serpientes. Sigue habiendo juego simbólico y juego literal, con el añadido de la creación.
Los materiales nos inspiran, nos permiten crear personajes que no tenemos y son nuestras manos las encargadas de hacerlo. Se abre un mundo infinito de posibilidades.
Como por ejemplo, que haya una cobra en la puerta del castillo.
La masa de modelar, el papel, los lápices, las tijeras… salen de la mesa, se integran en el espacio de juego y con ellos, los ejercicios de motricidad fina.
Y los ejercicios de motricidad gruesa.
Uniendo experiencias estéticas con el juego puedo ofrecer muchos ejercicios de estimulación temprana, que al descontextualizarlos de la mesa (como recortar o modelar…) e introducirlos en el mundo del juego, se convierten en algo “nuevo” donde no cabe la presión porque el objetivo es jugar: la actividad en sí misma se convierte en el centro de la experiencia y predomina sobre el objetivo.
Les permite experimentar, arriesgar y expresarse con libertad porque no existe lo correcto ni lo incorrecto.
El encuentro de la persona con el material (papel, masa de modelar, hilos…) y sus características (maleabilidad, resistencia, dureza…) es lo que crea el “ejercicio estimulador”.
A mí me encanta esta posibilidad de permanecer en segundo plano: me permite observar, poder ofrecer impulsos, aprender y jugar.